martes, enero 16

El debut del Presidente


Como señala el diario español El País en un reciente editorial, Ortega trató de quedar bien con justos y pecadores, incluyendo entre estos últimos al ex-presidente Arnoldo Alemán. Su presencia como invitado en la toma de posesión, causó el escándalo que era de esperarse por la incongruencia entre la praxis y el discurso de Ortega: se clama contra la corrupción en la arenga pública, pero en la práctica se conservan los vínculos con el personaje que la encarna. Más allá de la ética, prevalece el interés por mantener el pacto del que dependerá obtener los votos liberales en la Asamblea Nacional. Es un claro ejemplo de la dicotomía que caracteriza las actuaciones del Sandinismo marca Ortega.
Los cambios en el protocolo y en el vestuario “oficial” no son a mi juicio ni significativos, ni motivo de alarma. Cada gobernante impone su estilo y hay un estilo “sandinista” –de grandes y coloridos actos de masas y eliminación de la formalidad del traje para los funcionarios varones- que regresó y que, seguramente, será un alivio contra el calor que implica llevar saco y corbata. En esto, sólo las mujeres salimos perdiendo porque hay que admitir que los hombres de saco –aunque no se pongan corbata- suelen ser mejores para la vista. Pero, ni modo, entramos a la era de las camisas arremangadas que en Nicaragua, la verdad, tienen más sentido.
Los despliegues de luces y bailes, aparte de ser positivos para los gremios de artistas de la danza, tienen sin duda un valor de entretenimiento del que suelen carecer los actos políticos. En el sandinismo, durante la revolución, la escenografía de los grandes eventos llegó a ser elevada a la categoría de arte y es lícito que el pueblo goce de estos espectáculos usualmente reservados para quienes pueden pagar una butaca en el teatro.
Fuente:El Nuevo Blog Diario

Lo que sería sin duda recomendable es que la Primera Dama, ahora que ya es Primera Dama, cediera su papel de Maestra de Ceremonias. Ver a la esposa del Presidente como directora de las alabanzas y los vivas a su marido, le resta seriedad tanto a ella, como a su discurso. Esto se hizo patente en la inauguración de Daniel, donde obviamente la admiración y la emoción de ver a su marido electo, se manifestó en una dosis exacerbada de adjetivos, en los que llamó la atención su insistencia en acuñar ciertos apelativos como “Daniel de Nicaragua”, por ejemplo, que es un poco prematuro. Que Daniel llegue a ser ese “Daniel de Nicaragua”, como quién dice “Darío de América”, no es imposible, pero está por verse. Por el momento hay que considerar que no toda Nicaragua siente como alguien como ella, que es parte interesada.